LUGARES DEL MEDALLÓN: una excursión por el Pirineo
En el fin de semana que pasan en la localidad de Jaca, antes de emprender su viaje por Europa, Mario y Bea realizan una pequeña excursión por el vecino valle de Hecho, más al oeste. Tras visitar el monasterio de Siresa, dejan el coche a un lado para seguir el curso del agua hasta el espectacular paraje de "Aguas Tuertas":
"Al principio se
trataba de seguir una pista ancha y de escasa pendiente. Corría paralela al
curso de las aguas en su rumbo este-oeste, camino del valle principal que las
llevaría al sur. Tras unos treinta minutos largos de suave caminata, con
algunos restos de la nieve del invierno
acumulados a su alrededor, la pista se convertía en un estrecho sendero
que tomaba sentido ascendente y forzaba un tanto la pendiente y el esfuerzo
necesario para transitar por él [...].
A los pocos metros, la nieve dejó de ser meramente testimonial para estar por todas partes, cubriendo por completo el paisaje. Aproximadamente medio metro de espesor, bastante dura por arriba pero también bajo la superficie, gracias a lo cual sus pisadas no llegaban a hundirse más de unos veinte centímetros. Tras otra media hora de dirigir sus pasos hacia arriba, alcanzaron una pequeña cabaña de pastores y de pronto un amplio valle se abrió ante ellos. Ninguno de los chicos había estado antes allí en época de nieve. La imagen era completamente diferente de la que podía verse en verano. Un espeso e inmaculado manto blanco cubría el valle, una amplia extensión de escasa pendiente rodeada por impresionantes moles, también escarchadas, y jalonada por un curso de agua que bajaba serpenteante, dibujando grandes meandros desde el fondo del valle a unos kilómetros de distancia. No se oía ni un alma. El silencio del invierno reinaba aún en ese paraje helado con la primavera a la vuelta de la esquina."
A los pocos metros, la nieve dejó de ser meramente testimonial para estar por todas partes, cubriendo por completo el paisaje. Aproximadamente medio metro de espesor, bastante dura por arriba pero también bajo la superficie, gracias a lo cual sus pisadas no llegaban a hundirse más de unos veinte centímetros. Tras otra media hora de dirigir sus pasos hacia arriba, alcanzaron una pequeña cabaña de pastores y de pronto un amplio valle se abrió ante ellos. Ninguno de los chicos había estado antes allí en época de nieve. La imagen era completamente diferente de la que podía verse en verano. Un espeso e inmaculado manto blanco cubría el valle, una amplia extensión de escasa pendiente rodeada por impresionantes moles, también escarchadas, y jalonada por un curso de agua que bajaba serpenteante, dibujando grandes meandros desde el fondo del valle a unos kilómetros de distancia. No se oía ni un alma. El silencio del invierno reinaba aún en ese paraje helado con la primavera a la vuelta de la esquina."