"Cumplía
con todos los requisitos físicos, raciales y de ascendencia, impuestos por la
cúpula de las SS para pertenecer a esa élite de soldados a los que el propio
Hitler confiaba su vida. Aquellos primeros años le habían parecido heroicos. Guardia
de corps de ese hombre que sacaría a Alemania de su inmerecido pozo y la
encumbraría al lugar que merecía en Europa, en el mundo y en la Historia. El famoso Leibstandarte-SS "Adolf
Hitler" había sido su primer hogar, más allá del paterno. Allí había hecho
buenos amigos, de esos que uno juzga inseparables, que le hacen creer que
siempre estarán allí cuando se los necesite; de esos en los que uno deposita
una fe ciega y a prueba de balas. Luego llegan la guerra y sus lecciones,
lecciones rara vez aprehendidas por nadie, por nadie que importe al menos, que
pueda evitar que se repitan en un futuro próximo, y te enseñan que nada es a
prueba de balas, que los amigos inseparables pueden irse para siempre de tu
lado en mitad de un pantano insalubre, en una playa de mar negro y cielo gris,
o en una llanura helada donde el frío se cuela irremediablemente entre los
pliegues de la ropa. Pero todo eso aún tardaría en llegar. Porque el destino es
caprichoso y juega con las ilusiones, las esperanzas y las vidas de los hombres,
dejándolos primero subir a lo más alto, haciéndoles sentir invencibles, los
mejores entre los mejores, para luego arrebatarles todo de un solo golpe. Así
que aquellos años de desfiles, de ceremonias, de uniformes impecables, de
sentirse importante, de creerse parte de la Historia con mayúsculas, de la presente y de la
que contribuiría a forjar, jugaron su papel y devolvieron al joven Friedrich la
esperanza perdida en el futuro de su gran nación.
También
para su familia fue una época dorada. Su padre, lisiado por la herida recibida
en una pierna durante el asalto a una trinchera enemiga en la Gran Guerra , había
entrado a formar parte de aquella especie de sociedad de las SS llamados
Miembros Patrocinadores [...]. Nunca en
su cabeza ni en la de sus hijos, especialmente en la del menor, Friedrich,
prendió la más mínima chispa de duda acerca de lo que estaban haciendo. Los
discursos radicales sobre la supremacía de su raza aria, sobre la necesidad de
ese "espacio vital" que el nazismo reclamaba para ellos, el rearme
paulatino al principio y feroz tras las elecciones del treinta y tres y la
llegada al poder del partido nazi, el antisemitismo cada vez más extremo, el
progresivo control de todos los medios de comunicación, la implantación del
estado policial; todo ello siempre le pareció algo lógico, natural, necesario
incluso y justo sin duda. Nunca se planteó, ni por tanto procuró que se plantearan
sus hijos, que pudiera haber alguna distorsión de la realidad por parte de
aquella cúpula de iluminados, algún mensaje demagógico entre tanta arenga
patriótica y racial, alguna culpa mal asignada o asignada gratuitamente. Así
que las SS se convirtieron en su nueva gran familia."
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